miércoles, 22 de agosto de 2012

Cuentan que siendo un niño vendía tamales, bocaditos de cerdo asado y en sus “tiempos libres” limpiaba zapatos por las calles de la entonces ciudad de Victoria de Las Tunas, en el oriente cubano.

Era un niño muy despierto, y aunque estudiaba tenía que ayudar al sustento familiar de cada día, y desandaba de un lado a otro en el afán de llevar algunos centavos para el hogar, pero cuando pasaba por un campo de pelota improvisado, donde chicos como él jugaban béisbol de barrio, se le olvidaba todo, y tenía que ponerse fuerte para seguir en sus labores.

Así de penetrante en su mente y su cuerpo era la pelota, quizás porque la llevaba en los genes que había heredado de su padre, o porque deleitaba su espíritu esa magia que se establece entre pitcher y bateador, hasta que un día se hizo pelotero y dicen que jugaba muy bien.

Por eso cuando se empinó sobre el suelo, y pudo tomar su verdadero rumbo, después del triunfo de la Revolución cubana el primero de enero de 1959, Juan Emilio Batista Cruz se involucró completamente al proceso que cambió la vida del país, militó en las filas de los Jóvenes Rebeldes y un día, cuando ya estaba maduro en sus pensamientos, se fue hacia su otra gran pasión: el periodismo, y empíricamente –y con su talento, claro- comenzó a emborronar cuartillas hasta que se convirtió en profesional graduado en el primer egreso del curso para trabajadores de la Universidad de Oriente.

Y aunque escribía de cualquier tema en los noticieros de radio y los periódicos de turno, su otra gran pasión era el deporte en sentido general y el béisbol en lo particular y el periodismo deportivo lo atrapó para siempre.

Yo lo conocí siendo un niño, cuando andaba con mi padre –pelotero también- por cuanto juego de béisbol se celebraba, y Juan y mi viejo andaban enrolados en los apasionantes partidos que se celebraban entre empresas, y yo detrás de ellos.

Después, al fundarse el diario 26, allá por julio de 1978, yo era fotograbador y fotorreportero, y como a mí también me gustaba el deporte, siempre hacía un tiempo para llegarme hasta su departamento, y preguntarle por esto o por aquello, y el día que le escribí un texto deportivo y él lo leyó, me dijo con asombro: “¡pero tú puedes ser redactor!”, y se lo enseñó a otros colegas para que corroboraran lo que afirmaba.

Ya de redactor en el diario, le enseñaba a Juan Emilio cuanto texto escribía, y cada conversación con él era una clase de periodismo y mis cuartillas salían embarradas de su tinta para que las hiciera mejor. Y así pasó el tiempo.

Un día Juan Emilio marchó a Angola, como reportero de un periódico de la misión cubana en el país africano nombrado Verdeolivo en misión internacionalista, y 26 recibía semanalmente sus Crónicas desde Angola, y Tuneros en Angola, en las que mostraba sus dotes como periodista integral, que trasladaban al lector hacia el África, con su verbo fino y su capacidad de narrar hechos históricos, costumbres, accidentes geográficos, entrevistas de combatientes cubanos en el lejano país.

Ya con el paso del tiempo, como no podía jugar béisbol, se dedicó a ser pitcher de los equipos del softbol de la prensa, y con una bola sin mucha velocidad pero enmarañada, hacía estragos a los bateadores contrarios, y era toda una fiesta cada vez que lanzaba.

Otro día cualquiera, después de 42 años activos en la profesión, Juan Emilio se jubiló, pero como bendición o castigo no puede desprenderse de su ordenador y tiene que escribir todos los días, ya sea para su blog, o la sección De la historia del deporte en Las Tunas para Tiempo21, o para 26 digital, o para la historia, a través de sus libros.

Próximo a cumplir los 70 años de vida, el 9 de octubre de este año, Juan Emilio es hoy una persona privilegiada por muchas razones: por sus dos hijos: Norge, insigne trovador y voz líder de ese movimiento en Las Tunas y Noide, brillante oncólogo que labora en el Hospital Hermanos Ameijeiras, de La Habana; sus amigos, sus compañeros de profesión que siempre están al tanto de El Charro, como se le dice en el gremio, por su trabajo certero cuando se necesita en la Unión de Periodistas

Y para suerte de todos, Juan sigue siendo un voz autorizada y necesaria cuando se precisa de una opinión dentro del gremio, y si es deporte o de béisbol en particular y usted quiere un análisis de cómo marcha la Serie Nacional pregúntele, “búsquele la lengua” y tendrá una disertación llena de pasión que lo aclarará o lo sumirá más en sus dudas de cuál será el próximo equipo campeón de Cuba. Pregúntele, vaya, pregúntele.