jueves, 3 de mayo de 2012

El Fuerte de La Loma, de Puerto Padre, en la provincia cubana de Las Tunas, se levanta en el punto más alto de la ciudad, a 34 metros sobre la superficie del mar, y se hizo en dos etapas: la primera en 1869, con el fin de defender la ciudad por mar y contaba con una batería y dos baluartes, y la segunda en 1875, con el objetivo de defender la ciudad por tierra, por lo que se le agregan dos torreones y un tambor.

Para su edificación se utilizó la técnica del mampuesto, con piedras calizas del lugar, argamasa a partir de una mezcla pútrida de cocoa o cocó, cal viva y elementos aglutinantes como sávila y maguey. Para la cimentación se excavó hasta tierra firme donde se depositaron grandes piedras y a partir de ellas se levantaron los muros de 075 metros de espesor.

En el lateral derecho de la entrada se exhibe la réplica de un plano realizado en 1876 para la toma de Puerto Padre por el Ejército Mambí, más adelante un colgadizo de tejas criollas y madera dura, amueblado a la usanza de la época; en sus torreones se exponen objetos sacados de excavaciones realizadas en años anteriores, armas y documentos de la época.

Dañado durante las guerras de independencia en 1956 el Club Todo por Puerto Padre realizó los primeros esfuerzos por su restauración. En 1987 comienza su restauración pero se detiene  hasta 1996 que se reinician los trabajos por parte del Centro Provincial de Patrimonio de Las y se reinaugura en diciembre de 1999. 

Por su relevancia histórica y arquitectónica como exponente de las construcciones militares edificadas a fines del siglo XIX en el Caribe, en 1981 el Fuerte de la Loma de Puerto Padre se declara Monumento Nacional.

lunes, 30 de abril de 2012

Mi abuelo asegura que lo vio.

Fue en una noche clara, por la década del 40 del pasado siglo, cuando se disponía a acostarse y sintió el trote suave, por la polvorienta calle del entonces pequeño pueblo de Las Tunas.



Se asomó a la ventana, y la entreabrió solo un poco, y lo vio pasar lentamente: era el Indio sin cabeza, montado sobre un brioso y bello corcel blanco. Cerró la ventana nervioso. Habrá desgracia, se dijo, y cuando fue a buscar a su mujer, ya el Indio había desaparecido.

Y hubo una desgracia.

Al amanecer de aquel fatídico 12 de julio de 1945, el tren central procedente de La Habana y con destino a Santiago de Cuba, tuvo un problema mecánico en su sistema de frenos y se descarriló a la altura del actual aserrío Libertad, en aquel entonces propiedad de los Lima, una de las más acaudaladas familias del pequeño pueblo de Las Tunas y la desgracia abrazó al pueblo, que se vistió de luto por más de 30 muertos y varios heridos.

Mi abuelo, que fue al lugar del suceso lo dijo bien claro: "Por aquí pasó anoche el Caballo Blanco", y otros muchos reafirmaron el aserto con la confirmación de que también lo habían sentido.

Así la leyenda había pasado de generación a generación y su origen se remontaba a la época de la colonia de España, cuando la hija de un rico español se enamoró de un indio, y el padre mandó a matar al nativo porque nunca aceptaría aquella relación.

Cuentan que cuando los hombres del español esperaron al indio más allá de los alrededores de la casa y lo decapitaron, el padre de la muchacha fue a comprobar el hecho, y solo encontraron sangre en el lugar y otros restos del crimen. Desde entonces, en la imaginación popular el Indio sin cabeza cabalgaba en las noches de luna sobre el bello corcel, siempre anunciando una desgracia, y la leyenda se convirtió en patrimonio de la ciudad, como un elemento más bien folclórico.

Claro que sin en realidad mi abuelo hubiese visto al Indio no podría haber contado el cuento, porque la propia leyenda aseguraba que quien lo viera perecía de inmediato. Solo así las personas aseguraban que lo sentían cuando pasaban algunos de los muchos jinetes por las calles del entonces pueblo de campo, mucho más cuando sucedía una desgracia como la de 1945.

Aun hoy, cuando las nuevas generaciones conocen muy poco la leyenda del Indio sin cabeza, esta constituye un elemento de identidad de la cultura de este pueblo, y como leyenda al fin, todavía puede existir en la mente de personas como mi abuelo que a pesar de haberlo visto o sentido, siguen haciendo el cuento.