Era el año 2001 y yo andaba por Ghana, en el África subsahariana, empeñado en darle cobertura periodística a la labor de los
médicos cubanos en ese país, de los más pobres del continente.
Cada día, cuando estábamos en algún lugar con
comunicación (lo que no siempre era así) rastreaba la prensa cubana de punta a
cabo para conocer lo que ocurría en mi país, a miles de kilómetros de
distancia, y buscaba mucho la sección La tecla ocurrente, de Guillermo Cabrera Álvarez, el genio, como lo había calificado el Comandante Fidel Castro.
Y entonces descubrí y leí aquella tecla que me
sorprendió y me emocionó hasta los huesos, porque un mensaje personal que yo
había enviado a mi amigo y colega Juan Morales Agüero en un momento de ansias
por mi tierra, el Guille lo había publicado parcialmente en su columna con una
presentación muy original, como siempre lograba.
Entonces sentí la necesidad de saldar una deuda con él
(muy mía por supuesto) y le escribí y me respondió, y surgió una bonita amistad
entre los dos que selló cuando nos encontramos a mi regreso a Cuba.
Es muy triste que ya Guillermo no esté, y hoy, cuando
he encontrado estas correspondencias en mis archivos africanos que creía
perdidos, me atrevo a publicarlos, 11 años después, junto con su columna en La Tecla ocurrente (Juventud Rebelde) sobre mi
mensaje, y como un homenaje a quien se fue sin despedirse, dejando un vacío en
la prensa cubana de hoy. He aquí lo que pasó entonces.
Ghanas
cubana
Tenía en la pantalla otro tema. A
Juan, el corresponsal de Juventud Rebelde en el oriente medio (Las
Tunas), se le ocurrió mandarme, con la intención de publicarla, una carta de su
amigo y colega Miguel, desde Ghana, y a mí me entraron las ocurrentes ganas de
teclear solo las zonas públicas y "púdicas". Leamos fragmentos:
Aquí, extrañando todos los días
más a mi país, que es insuperable. Y para saberlo solo hay que cruzar el
Atlántico, o cualquier otro mar que te aleje de esa Isla, con sus blancas y
mulatas, con su idiosincrasia sin igual, con la gente que constituye un
espectáculo solo de mirarlas.
"Oye, hermano, de verdad,
nuestro país es lo máximo. Y te lo digo después de visitar París.
"No se trata de la melancolía
por la melancolía, es que no es igual ni aunque tengas millones de pesos. Hasta
los problemas que tenemos se extrañan: que no hay petróleo, que no hay comida,
que los muchachos no tienen zapatos..., eso es lo que nos hace grandes, porque
cuando las cosas son fáciles no tienen sabor o saben distinto.
"En este país hay de todo. Si
quieres comprar una vaca la compras, pero, ¿y cuándo te miras como persona?
Cuando ves a esos niños como mi hijo José Alberto que te miran con una cara que
parte el alma, y te saludan, y te sonríen.
"Entonces a uno le dan ganas
de coger una balsa y cruzar el Atlántico y ponerse a tomar chispa de tren, y a
comer lo que se consigue, y salir a discutir a una de nuestras inigualables e
incomparables mujeres.
"Como te habrás dado cuenta,
hoy tengo el gorrión que parece un elefante volando, y la muela también la
tengo encendida. Pero bueno, los amigos están para aguantar cualquier cosa, y
si no quieres leerme apaga la máquina y punto. Así de fácil.
"Nuestro grupo, Juan, le
ronca, no hay celo profesional y todos estamos por lo mismo. Por donde se va
uno nos vamos todos. ¿Por qué un día no se logra eso allá? ¿Por qué no hacer
las cosas mejor cada día sin pensar en lo que hacen los demás?
"No me has dicho si Segura
piensa publicar lo que he mandado para allá. Son cosas más bien generales,
sobre las tradiciones, los funerales, la toma de posesión de algún rey, siempre
vinculado con los médicos.
"El libro lo estoy
escribiendo sobre la marcha, por lo menos las ideas fundamentales, después
viene el proceso de `pulimentación'.
"Sería bueno que te mandaran
a una misión como esta para que te crezcas y hagas una pincha mejor.
Profesionalmente esto es importante, y personalmente te marca.
"Bueno, está bueno ya de
hablar. El negro Raúl me escribió y me echó tremenda descarga porque ni lo
menciono en los correos. Ya le contesté y espero le dure el MODEM que le
prestaron.
"Salúdame a todos los que
pregunten por mí y a los que se lo merezcan. Dale un beso a Iris y tú recibe un
abrazo de tu hermano que tequieremuchoynoteolvidaynopuedevivirsinti...
Miguel."
Regalo de jueves
En la perspectiva del corazón,
¡qué vagamente nos parece la distancia!
(Rabindranath Tagore)
Guillermo:
¿Te he
dicho alguna vez cuánto te admiro? Creo que no.
Hace varios años, cada vez que leía un Abrecartas con tus originales y
sorprendentes respuestas, me proponía la meta de llamarte por teléfono desde
Las Tunas, pero siempre me encerraba en la vorágine del trabajo y la idea
quedaba trunca hasta la próxima lectura de tu columna, y volvía a pasar lo
mismo. Hasta que un día, en el Instituto que diriges, iba a materializar el
viejo anhelo, pero sin darme cuenta pisé el césped cuando estaba en el
anfiteatro, en la actividad final del primer curso de computación de la escuela Ñico
López, y tu descarga me dejó como
clavado en la tierra, al extremo de que no tuve fuerzas para hacerte extensiva
la vieja felicitación.
Y ahora,
desde estas tierras oscuras y por la magia de Internet, he leído en Juventud
Rebelde digital los públicos y púdicos fragmentos de una carta que le mandé a
mi amigo Juan, en una tarde de domingo gris y melancólico, y nuevamente me he
asombrado de tus ocurrencias para comunicarte con los lectores. ¿Cómo puedes sin
decir casi nada decir tanto? ¿Cómo se te ocurren cosas impensables, que para
muchos pasan inadvertidas? ¿Cómo te aferras tanto al más mínimo detalle que te
hace grande entre los periodistas cubanos y latinoamericanos?
Créeme
que esto no lo escribo porque me tocas
de cerca. Es que todos los días muestras una capacidad increíble de impactar y
asombrar con tu fino verbo y con tus originales ocurrencias, y en este caso,
cuando buscaba en Rebelde un trabajo escrito por nosotros desde acá, encuentro
unas confesiones a un amigo que nunca pensé vieran la luz pública. Y créeme
otra vez, me emocioné doblemente: primero porque fue algo completamente
inesperado, y segundo, porque le sacas lasca a todo y siempre te queda bien.
Bueno,
profe, (¿me permites llamarte así?) disculpa la lata y espero algún día tener
la oportunidad de expresarte mi admiración personalmente, cuando no vuelva a
pisar tu césped, y quizás entonces comprenda mejor tu ángel y se me pegue algo
de tu talento.
Un abrazo
desde casi el fin del mundo.
Miguel
Miguel:
No tengo por costumbre publicar algo de una persona sin su autorización.
En este caso el destinatario pasó a ser el propietario y circulaste.
Confieso que no me gustan las nostalgias. Para mí es igual el congrí, la yuca
con mojo y la carne de puerco, que un buen bacalao a la vizcaína.
No tengo nostalgias alimenticias. Tampoco extrañaría jamás ni el apagón ni la
escasez. A la gente sí, pero hasta donde sé nadie se ha muerto de nostalgia,
al menos esa noticia no ha circulado por ningún periódico o estación de radio
que conozca.
Otra confesión: tuve que soportar a una lectora que me llamó para insultarme
por el texto tuyo, acusándote de racista porque decías que extrañabas blancas
y mulatas. Nada, que ella es negra y dice que tú estabas en África y no
extrañabas a las negras. Le dije por teléfono que pensaba yo se trataba de un
asunto de gusto, pero además, creía que no debías extrañar allá a las
negras, porque abundaban y sí a las blancas y mulatas, porque las veías poco.
Nada, que esto de escribir y quedar bien es un asunto muy complejo.
No recuerdo el incidente del jardín, pero sí que soy exigente con las plantas que
tanto trabajo me costaron plantar y conservo. Si te molesté, excúsame, sé que
en ocasiones las personas se distraen y ponen el zapato donde no deben.
Realmente la yerba no es planta que no aguante otra planta encima, aunque sea
la del pie. Uno lee en la ciudad: "No pisar el césped", pero nunca ha leído en el
campo: "no pisar el asfalto", lo que sería recíproco.
Recibe mi saludo y el deseo de éxitos. Los únicos amigos que conozco son los
que luchan en la trinchera de al lado y están en la misma acera donde combato,
así que no hace falta ni conocernos para saber que somos amigos.
Un abrazo,
Guillermo