domingo, 30 de diciembre de 2012

Ernesto Parra (derecha), en la obra Narices. (Foto: Yaciel Peña /Agencia Cubana de Noticias)
Ernesto Parra es un joven inquieto que siempre anda a la caza de una idea que lo haga feliz.

Como director de Teatro Tuyo ha sabido sacar el máximo de provecho al talento de sus integrantes para marcar una época en las tablas de la provincia de Las Tunas y de Cuba, a partir de un concepto integrador del teatro para niños y para adultos, todo en un mismo mensaje. Y ahora, el grupo acaba de ganar el Premio Villanueva de la crítica especializada con su obra Narices, tal vez el lauro más importante en su ya extensa lista de premios.

Quizás sea por eso que siguen apostando por el género teatral clown y el lenguaje extra verbal, para cautivar a niños y adultos, que disfrutan de cada presentación, en la que los integrantes entregan parte de su alma, porque para ellos, hacer feliz al público en cada obra es la premisa fundamental, la meta suprema.

La obra Narices, estrenada en mayo pasado, fue como un viento cautivante para los más caros especialistas del teatro cubano reunidos en Camagüey, quienes quedaron tan gratamente complacidos e impresionados por la maestría de Teatro Tuyo, que sin discusión entregaron el Premio Villanueva y felicitaron al colectivo por una obra extraordinaria.

Como provincia, Las Tunas no alcanzaba un Premio Villanueva desde 1995 (cuatro años antes de nacer Teatro Tuyo), cuando el desaparecido proyecto Luz Negra alcanzó el lauro con la obra Metamosfosis. Y ahora el elenco de Ernesto Parra iguala el logro de aquel emblemático grupo, en un momento de auge del teatro en Cuba.

Narices tiene como trama principal a un payaso que no sabe por qué no tiene nariz, y con ese argumento, aparentemente simple, se desarrolla toda una enseñanza para grandes y chicos, que agradecen tanta gracia, tanta maestría a partir del lenguaje extra verbal que pone en alto el altruismo, la generosidad, el desinterés, los anhelos.

Teatro Tuyo nació el 15 de enero de 1999 con el nombre de Proyecto Piñata y solo tres integrantes. Ahora, con casi 14 años de vida, son ocho los integrantes que entregan su vida en casa ensayo, en cada puesta en escena, y de ahí su indiscutible triunfo, porque cuando se pone el alma en lo que se hace, los triunfos tienen que llegar, mucho más, cuando el elenco de actores y actrices derrochan talento, como corresponde a quienes poseen el primer nivel en las tablas. 

Ahora el grupo se prepara para su gira nacional desde el 16 de enero hasta el 4 de febrero, en la que enseñarán a toda Cuba el porqué hace casi 14 años aquellos tres integrantes apostaron por el teatro, por el triunfo, por la vida, en un camino largo que se abría ante ellos, pero sin una pizca de incertidumbre, porque sabían que con tanta carga expresiva, fuerza y vitalidad no había otra posibilidad que llegar hasta donde se lo proponían. Y así ha sido.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Hace muchos años, el poeta e investigador Carlos Tamayo Rodríguez, realizó un estudio genealógico sobre Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, y determinó que mi mamá era chozno de tan importante personalidad de la historia de Cuba, pero como yo era un adolescente de 13 ó 14 años no le di mucha importancia a aquel hecho, que se fue olvidando con el paso del tiempo aunque siempre estuvo en algún lugar de mi mente aquella aseveración.

Yo nunca más hablé con Carlos acerca de este tema, mas, hace unos días, cuando discutió su tesis de Maestría sobre la vida y la obra de El Cucalambé, acto en el que estuve presente, me señaló como uno de los descendientes del poeta bucólico más importante del siglo XIX en Cuba, y sentí orgullo por estar en la familia de alguien que representa lo más genuino de mi ciudad, Las Tunas, que en aquel tiempo se nombraba Victoria de Las Tunas. 

La familia de Nápoles Fajardo era dueña de tierras y de un ingenio (Tren jamaiquino) en una población eminentemente agrícola y ganadera, en aquel incipiente pueblo. Su padre, Manuel Agustín Nápoles Estrada, era propietario de terrenos en la finca El Cornito, donde vivió hasta los 29 años, y quizás por esa vida de campo fue tan marcado su amor a la naturaleza y a los campesinos, dos elementos recurrentes en su poesía.

Dicen que fue su abuelo materno, el hacendado y cura José Rafael Fajardo García, quien lo educó. Fajardo García era conspirador contra la Metrópoli de España, por lo que guardó prisión, y seguramente le inculcó al muchacho sus ideas independentistas.

El ser hombre del campo, labrador, no le impidió que se limitara en sus aspiraciones profesionales, y por su constante estudio y preparación fue periodista, editor, dramaturgo y pagador de Obras Públicas.

En la poesía encontraba su musa en su esposa Isabel Rufina Rodríguez Acosta, una mujer que lo inspiraba y de qué manera, porque se convirtió en la figura más prominente de la espinela del siglo XIX en Cuba, cumbre del siboneísmo y el criollismo literarios, fuente de inspiración para poetas posteriores.

Juan Cristóbal publicó sus primeras décimas guajiras en 1845 en El Fanal, publicación periódica de la Villa de Santa María de Puerto Príncipe, la actual Camagüey. Después colaboró con la Piragua, órgano del grupo siboneyista, por ello se dice que fue un genuino representante del siboneyismo y el criollismo en la poesía cubana.

En 1856 publicó su primer libro: Rumores del Hórmigo, (nombre  que alude al río Hormiguero, que pasa por la ciudad de Las Tunas), y constituye el núcleo de sus poemas campesinos.


Pero no solo escribió décimas, sino también sonetos, letrillas, epigramas y romances. En el mundo literario se dio a conocer como El Cucalambé que, según Carlos Tamayo Rodríguez, significa cierto baile de negros, seudónimo festivo de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, que se corresponde con una parcela fértil de su obra, enraizada en los valores autóctonos de nuestro folclor latinoafricano.

El Cucalambé desapareció misteriosamente de Santiagode Cuba en 1861, a la edad de 32 años, cuando se desempeñaba como pagador de Obras Públicas. 

Entonces lo acusaron de robarse tres mil 98 pesos, aunque la documentación del archivo histórico de Santiago de Cuba, induce a que fue hecho desaparecer por quienes sustrajeron el dinero, y algunas de las otras incontables versiones acerca de la muerte del bardo, se han convertido en verdaderas leyendas.

En El Cornito se conservan las ruinas de lo que fue su casa y acerca de este singular sitio de la ciudad de Las Tunas, El Cucalambé, expresa en una de sus obras:

A la orilla de un palmar
que baña el fértil Cornito,
a la sombra de un caimito
tengo mi rústico hogar.
En este asilo sin par
con mi madre y mis hermanos,
siempre alegre, con mis manos
la feraz tierra que abono,
amo a mi esposa y entono
mis pobres cantos cubanos.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Acabo de participar como jurado en el Concurso provincial de Periodismo Ubiquel Arévalo Morales, que la Unión de Periodistas en Las Tunas convoca desde hace 23 años. Y he sentido la satisfacción de ser joven otra vez, rodeado por obras de muchachas y muchachos veinteañeros que arrasaron con todos los premios y relegaron completamente a los colegas de experiencia y oficio, quienes en su inmensa mayoría tuvieron que ver los premios desde el público, sin llegar a ellos.

Todos estos muchachos de la actual generación son mejores que nosotros, por lo menos en la generalidad, sencillamente porque hacen un periodismo diferente, renovador, comprometido con ellos mismos –y con la Revolución, claro-, alejado del esquematismo y la forma de mirar esquemática y antigua presente en no pocos de nosotros, y de la generación anterior a nosotros ni se diga.

Yo, eternamente joven de espíritu, a pesar de pasar de los 50, he disfrutado como nadie estos triunfos, y sin temor a las posibles contradicciones entre generaciones (que son necesarias para el propio desarrollo y por aquella sentencia filosófica de que lo nuevo niega lo viejo) levanto mis dos manos (porque no tengo más) ante la calidad probada de esta generación que empuja.

El Concurso premia en cinco categorías: Prensa plana, Radio, Televisión, Periodismo hipermedia y Periodismo gráfico, y en todas ellas, y entre tantos competidores de todas las edades, solo los menos jóvenes Maira Castro Lora pudo ganar absolutamente en Periodismo hipermedia, Jorge Pérez Cruz y Juan Emilio Batista Cruz asirse al tercer premio en Prensa Plana, e Hipermedia, respectivamente, y Ernesto Peña llevarse el segundo premio en Periodismo gráfico, porque en realidad, como se dice en Cuba, siguen siendo “troncos” de periodistas.

Siento mucha satisfacción y gran admiración al pronunciar estos nombres de jóvenes intrépidos y profesionales en el amplio sentido de la palabra: Zucel de la Peña, ganadora absoluta en Prensa plana, la bella y carismática Elena Diego Parra, monarca en radio; la inquieta e incisiva Natasha Díaz Bardón, reina de la televisión; el ocurrente del lente Yaciel de la Peña, rey del Periodismo gráfico y la bella Misleydis González (quien acapara la atención masculina por sus curvas y líneas provocadoras), ganadora del Premio único en Periodismo de investigación, y la siempre pausada, reflexiva y profesional Maira Castro Lora, que aunque pasa de los 40 su espíritu no llega a los 20.

No puedo dejar de mencionar a otros jóvenes que arrasaron con los demás lugares: los televisivos Gianny López Brito y Dianela Cano; las radialistas Darletys González y Ana Isa Vidal, el bloguero Mandy Fernández y una bella muchacha de la prensa plana: Yanet Lagos Lemus, quienes, al igual que los ganadores, no sobrepasan los 25 años de vida como promedio y con uno o dos años de graduados.

Nada, que el periodismo en la provincia de Las Tunas anda por un magnífico camino, porque quienes tienen la responsabilidad de seguirnos no solo lo hacen, sino que nos empujan  para que no dormirnos en los laureles, otra sabia sentencia que se esfrime en mi país.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Cuentan que siendo un niño vendía tamales, bocaditos de cerdo asado y en sus “tiempos libres” limpiaba zapatos por las calles de la entonces ciudad de Victoria de Las Tunas, en el oriente cubano.

Era un niño muy despierto, y aunque estudiaba tenía que ayudar al sustento familiar de cada día, y desandaba de un lado a otro en el afán de llevar algunos centavos para el hogar, pero cuando pasaba por un campo de pelota improvisado, donde chicos como él jugaban béisbol de barrio, se le olvidaba todo, y tenía que ponerse fuerte para seguir en sus labores.

Así de penetrante en su mente y su cuerpo era la pelota, quizás porque la llevaba en los genes que había heredado de su padre, o porque deleitaba su espíritu esa magia que se establece entre pitcher y bateador, hasta que un día se hizo pelotero y dicen que jugaba muy bien.

Por eso cuando se empinó sobre el suelo, y pudo tomar su verdadero rumbo, después del triunfo de la Revolución cubana el primero de enero de 1959, Juan Emilio Batista Cruz se involucró completamente al proceso que cambió la vida del país, militó en las filas de los Jóvenes Rebeldes y un día, cuando ya estaba maduro en sus pensamientos, se fue hacia su otra gran pasión: el periodismo, y empíricamente –y con su talento, claro- comenzó a emborronar cuartillas hasta que se convirtió en profesional graduado en el primer egreso del curso para trabajadores de la Universidad de Oriente.

Y aunque escribía de cualquier tema en los noticieros de radio y los periódicos de turno, su otra gran pasión era el deporte en sentido general y el béisbol en lo particular y el periodismo deportivo lo atrapó para siempre.

Yo lo conocí siendo un niño, cuando andaba con mi padre –pelotero también- por cuanto juego de béisbol se celebraba, y Juan y mi viejo andaban enrolados en los apasionantes partidos que se celebraban entre empresas, y yo detrás de ellos.

Después, al fundarse el diario 26, allá por julio de 1978, yo era fotograbador y fotorreportero, y como a mí también me gustaba el deporte, siempre hacía un tiempo para llegarme hasta su departamento, y preguntarle por esto o por aquello, y el día que le escribí un texto deportivo y él lo leyó, me dijo con asombro: “¡pero tú puedes ser redactor!”, y se lo enseñó a otros colegas para que corroboraran lo que afirmaba.

Ya de redactor en el diario, le enseñaba a Juan Emilio cuanto texto escribía, y cada conversación con él era una clase de periodismo y mis cuartillas salían embarradas de su tinta para que las hiciera mejor. Y así pasó el tiempo.

Un día Juan Emilio marchó a Angola, como reportero de un periódico de la misión cubana en el país africano nombrado Verdeolivo en misión internacionalista, y 26 recibía semanalmente sus Crónicas desde Angola, y Tuneros en Angola, en las que mostraba sus dotes como periodista integral, que trasladaban al lector hacia el África, con su verbo fino y su capacidad de narrar hechos históricos, costumbres, accidentes geográficos, entrevistas de combatientes cubanos en el lejano país.

Ya con el paso del tiempo, como no podía jugar béisbol, se dedicó a ser pitcher de los equipos del softbol de la prensa, y con una bola sin mucha velocidad pero enmarañada, hacía estragos a los bateadores contrarios, y era toda una fiesta cada vez que lanzaba.

Otro día cualquiera, después de 42 años activos en la profesión, Juan Emilio se jubiló, pero como bendición o castigo no puede desprenderse de su ordenador y tiene que escribir todos los días, ya sea para su blog, o la sección De la historia del deporte en Las Tunas para Tiempo21, o para 26 digital, o para la historia, a través de sus libros.

Próximo a cumplir los 70 años de vida, el 9 de octubre de este año, Juan Emilio es hoy una persona privilegiada por muchas razones: por sus dos hijos: Norge, insigne trovador y voz líder de ese movimiento en Las Tunas y Noide, brillante oncólogo que labora en el Hospital Hermanos Ameijeiras, de La Habana; sus amigos, sus compañeros de profesión que siempre están al tanto de El Charro, como se le dice en el gremio, por su trabajo certero cuando se necesita en la Unión de Periodistas

Y para suerte de todos, Juan sigue siendo un voz autorizada y necesaria cuando se precisa de una opinión dentro del gremio, y si es deporte o de béisbol en particular y usted quiere un análisis de cómo marcha la Serie Nacional pregúntele, “búsquele la lengua” y tendrá una disertación llena de pasión que lo aclarará o lo sumirá más en sus dudas de cuál será el próximo equipo campeón de Cuba. Pregúntele, vaya, pregúntele.

domingo, 5 de agosto de 2012


Cuenta el escritor argentino Eduardo Berti que un hombre está gravemente enfermo y pide que le traigan a la cama un diccionario. Lo recorre con la ayuda de un nieto que lo sostiene y lee en voz alta cada palabra de infrecuente empleo. Como se siente morir, no desea dejar el mundo sin haber pronunciado previamente todas las palabras disponibles en su lengua natal.

El relato tiene una enseñanza notable, porque la mitad de las siete mil lenguas que se hablan en el planeta Tierra desaparecerán en este siglo.

Hoy cada dos semanas desaparece un idioma tras morir las últimas personas que lo hablan. Cada dos semanas se extingue un mundo. Si no respiras, no hay aire. Si no caminas, no hay tierra, si no hablas, no hay mundo, alertan los indios navajos, según un artículo publicado en Internet por el medio digital Gara, de España.

De las llamadas lenguas de arriba o dominantes, solo Europa no tiene idiomas en peligro de extinción. De las lenguas de abajo, sólo Bolivia, con sus 37 lenguas y ocho familias lingüísticas, posee el doble de diversidad que toda Europa. De las 154 diferentes lenguas indígenas existentes en Brasil, 36 están amenazadas de extinción inmediata.

No sobran las palabras. El mundo es grande para ellas y es preciso defenderlas.

Mi pasión por la fotografía viene quizás porque una imagen es una fiel testigo de una época determinada. Cuando pasan los años, las fotos cobran un interés especial en el ámbito personal, familiar, para las amistades, y nos remontan a hechos y lugares que un día fueron y que siguen siendo cuando nos detenemos a contemplar el instante "congelado".

Por eso agradezco el gesto de mi amigo y colega Juan Morales, de haber desempolvado dos fotos de cuando trabajábamos como reporteros en el periódico 26 y que él bautizó con el título de "Recholata en el periódico", porque evidentemente fueron tomadas en momentos de festejos por algún motivo, pero que ni él ni yo nos acordamos del porqué.
        
Y ahí está el propio Juan, en la primera imagen a la derecha detrás de mí, y en la segunda el quinto de derecha a izquierda. Y veo la juventud de 15 ó 16 años atrás de Juan Soto Cutiño, ese negrito que tanto admiro desde que lo conozco, porque para él no hay tiempos malos y siempre mantiene su carácter bonachón; a Raúl Estrada, con su barba negrita, sin una cana; a Wálner Ortega, seguramente con unos tragos de más por su cara de cumpleaños; al difunto Ricardo Varela, que en gloria esté; a Freddy Pérez, a quien cariñosamente llamamos El Bolo; o a Luisito El Cangrejo, ese chofer que lleva años trabajando para los periodistas.

También me alegra ver a Peñita el fotorreportero; a Jorge Pérez, a quien la vejez lo ha favorecido sobre todo en la disminución del diámetro de su cabeza, a Aliuskita Barrios, que era tan delgadita como hoy, cuando dirige los destinos de la Radio en la provincia; a Mastrapa, tan alto como hasta ahora; a Góngora, a quien yo llamaba el Mozo de la información y acudía a él cuando no podía parir un lead; a Nelson Marrero, subdirector en aquellos momentos y hoy jubilado, a Infante, el director, a...

¡Qué colectivo aquel, que aún mantiene a la mayoría de mis colegas y del cual todavía me siento parte!

Es increíble cómo después de marcharme del periódico para la radio, allá por 1994 (creo que por ese propio año de las fotos), siga sintiéndome parte de ese colectivo, con el que disfruto a plenitud cuando nos reunimos en alguna tertulia de la Unión de Periodistas, o de un evento del sector.

Quizás sea porque fue con todos esos profesionales con quienes me comencé a formar como periodista, porque fueron años de intenso aprendizaje, de hermanamiento, de bromas, de juventud, de mucho trabajo en el fogueo de un diario.

Lo cierto es que estas dos fotos me han hecho volver a vivir una época linda, de amigos que aunque no los vea todos los días están ahí, en mi memoria, a la izquierda del corazón, como los elegidos, al decir de Roque Dalton, porque en verdad muchos de ellos me ayudaron a ser lo que soy, y porque hemos crecido juntos en la difícil profesión del periodismo.


martes, 31 de julio de 2012


Era el año 2001 y yo andaba por Ghana, en el África subsahariana, empeñado en darle cobertura periodística a la labor de los médicos cubanos en ese país, de los más pobres del continente.

Cada día, cuando estábamos en algún lugar con comunicación (lo que no siempre era así) rastreaba la prensa cubana de punta a cabo para conocer lo que ocurría en mi país, a miles de kilómetros de distancia, y buscaba mucho la sección La tecla ocurrente, de Guillermo Cabrera Álvarez, el genio, como lo había calificado el Comandante Fidel Castro.

Y entonces descubrí y leí aquella tecla que me sorprendió y me emocionó hasta los huesos, porque un mensaje personal que yo había enviado a mi amigo y colega Juan Morales Agüero en un momento de ansias por mi tierra, el Guille lo había publicado parcialmente en su columna con una presentación muy original, como siempre lograba.

Entonces sentí la necesidad de saldar una deuda con él (muy mía por supuesto) y le escribí y me respondió, y surgió una bonita amistad entre los dos que selló cuando nos encontramos a mi regreso a Cuba.

Es muy triste que ya Guillermo no esté, y hoy, cuando he encontrado estas correspondencias en mis archivos africanos que creía perdidos, me atrevo a publicarlos, 11 años después, junto con su columna en La Tecla ocurrente (Juventud Rebelde) sobre mi mensaje, y como un homenaje a quien se fue sin despedirse, dejando un vacío en la prensa cubana de hoy. He aquí lo que pasó entonces.


Ghanas cubana

Guillermo Cabrera Álvarez
director@prensaip.co.cu


Tenía en la pantalla otro tema. A Juan, el corresponsal de Juventud Rebelde en el oriente medio (Las Tunas), se le ocurrió mandarme, con la intención de publicarla, una carta de su amigo y colega Miguel, desde Ghana, y a mí me entraron las ocurrentes ganas de teclear solo las zonas públicas y "púdicas". Leamos fragmentos:

Aquí, extrañando todos los días más a mi país, que es insuperable. Y para saberlo solo hay que cruzar el Atlántico, o cualquier otro mar que te aleje de esa Isla, con sus blancas y mulatas, con su idiosincrasia sin igual, con la gente que constituye un espectáculo solo de mirarlas.

"Oye, hermano, de verdad, nuestro país es lo máximo. Y te lo digo después de visitar París.

"No se trata de la melancolía por la melancolía, es que no es igual ni aunque tengas millones de pesos. Hasta los problemas que tenemos se extrañan: que no hay petróleo, que no hay comida, que los muchachos no tienen zapatos..., eso es lo que nos hace grandes, porque cuando las cosas son fáciles no tienen sabor o saben distinto.

"En este país hay de todo. Si quieres comprar una vaca la compras, pero, ¿y cuándo te miras como persona? Cuando ves a esos niños como mi hijo José Alberto que te miran con una cara que parte el alma, y te saludan, y te sonríen.


"Entonces a uno le dan ganas de coger una balsa y cruzar el Atlántico y ponerse a tomar chispa de tren, y a comer lo que se consigue, y salir a discutir a una de nuestras inigualables e incomparables mujeres.

"Como te habrás dado cuenta, hoy tengo el gorrión que parece un elefante volando, y la muela también la tengo encendida. Pero bueno, los amigos están para aguantar cualquier cosa, y si no quieres leerme apaga la máquina y punto. Así de fácil.

"Nuestro grupo, Juan, le ronca, no hay celo profesional y todos estamos por lo mismo. Por donde se va uno nos vamos todos. ¿Por qué un día no se logra eso allá? ¿Por qué no hacer las cosas mejor cada día sin pensar en lo que hacen los demás?

"No me has dicho si Segura piensa publicar lo que he mandado para allá. Son cosas más bien generales, sobre las tradiciones, los funerales, la toma de posesión de algún rey, siempre vinculado con los médicos.

"El libro lo estoy escribiendo sobre la marcha, por lo menos las ideas fundamentales, después viene el proceso de `pulimentación'.

"Sería bueno que te mandaran a una misión como esta para que te crezcas y hagas una pincha mejor. Profesionalmente esto es importante, y personalmente te marca.

"Bueno, está bueno ya de hablar. El negro Raúl me escribió y me echó tremenda descarga porque ni lo menciono en los correos. Ya le contesté y espero le dure el MODEM que le prestaron.

"Salúdame a todos los que pregunten por mí y a los que se lo merezcan. Dale un beso a Iris y tú recibe un abrazo de tu hermano que tequieremuchoynoteolvidaynopuedevivirsinti... Miguel."

Regalo de jueves
En la perspectiva del corazón, ¡qué vagamente nos parece la distancia!
(Rabindranath Tagore)

Guillermo:
¿Te he dicho alguna vez cuánto te admiro? Creo que no.  Hace varios años, cada vez que leía un Abrecartas con tus originales y sorprendentes respuestas, me proponía la meta de llamarte por teléfono desde Las Tunas, pero siempre me encerraba en la vorágine del trabajo y la idea quedaba trunca hasta la próxima lectura de tu columna, y volvía a pasar lo mismo. Hasta que un día, en el Instituto que diriges, iba a materializar el viejo anhelo, pero sin darme cuenta pisé el césped cuando estaba en el anfiteatro, en la actividad final del primer curso de computación de la escuela Ñico López, y tu descarga me dejó como clavado en la tierra, al extremo de que no tuve fuerzas para hacerte extensiva la vieja felicitación.

Y ahora, desde estas tierras oscuras y por la magia de Internet, he leído en Juventud Rebelde digital los públicos y púdicos fragmentos de una carta que le mandé a mi amigo Juan, en una tarde de domingo gris y melancólico, y nuevamente me he asombrado de tus ocurrencias para comunicarte con los lectores. ¿Cómo puedes sin decir casi nada decir tanto? ¿Cómo se te ocurren cosas impensables, que para muchos pasan inadvertidas? ¿Cómo te aferras tanto al más mínimo detalle que te hace grande entre los periodistas cubanos y latinoamericanos?

Créeme que esto no lo escribo porque  me tocas de cerca. Es que todos los días muestras una capacidad increíble de impactar y asombrar con tu fino verbo y con tus originales ocurrencias, y en este caso, cuando buscaba en Rebelde un trabajo escrito por nosotros desde acá, encuentro unas confesiones a un amigo que nunca pensé vieran la luz pública. Y créeme otra vez, me emocioné doblemente: primero porque fue algo completamente inesperado, y segundo, porque le sacas lasca a todo y siempre te queda bien.

Bueno, profe, (¿me permites llamarte así?) disculpa la lata y espero algún día tener la oportunidad de expresarte mi admiración personalmente, cuando no vuelva a pisar tu césped, y quizás entonces comprenda mejor tu ángel y se me pegue algo de tu talento.

Un abrazo desde casi el fin del mundo.
Miguel

 
Miguel:

No tengo por costumbre publicar algo de una persona sin su autorización. 
En este caso el destinatario pasó a ser el propietario y circulaste.
Confieso que no me gustan las nostalgias. Para mí es igual el congrí, la yuca
con mojo y la carne de puerco, que un buen bacalao a la vizcaína. 
No tengo nostalgias alimenticias. Tampoco extrañaría jamás ni el apagón ni la
escasez. A la gente sí, pero hasta donde sé nadie se ha muerto de nostalgia,
al menos esa noticia no ha circulado por ningún periódico o estación de radio
que conozca.

Otra confesión: tuve que soportar a una lectora que me llamó para insultarme
por el texto tuyo, acusándote de racista porque decías que extrañabas blancas
y mulatas. Nada, que ella es negra y dice que tú estabas en África y no
extrañabas a las negras. Le dije por teléfono que pensaba yo se trataba de un
asunto de gusto, pero además, creía que no debías extrañar allá a las
negras, porque abundaban y sí a las blancas y mulatas, porque las veías poco.
Nada, que esto de escribir y quedar bien es un asunto muy complejo.

No recuerdo el incidente del jardín, pero sí que soy exigente con las plantas que
tanto trabajo me costaron plantar y conservo. Si te molesté, excúsame, sé que
en ocasiones las personas se distraen y ponen el zapato donde no deben. 
Realmente la yerba no es planta que no aguante otra planta encima, aunque sea
la del pie. Uno lee en la ciudad: "No pisar el césped", pero nunca ha leído en el
campo: "no pisar el asfalto", lo que sería recíproco.

Recibe mi saludo y el deseo de éxitos. Los únicos amigos que conozco son los
que luchan en la trinchera de al lado y están en la misma acera donde combato,
así que no hace falta ni conocernos para saber que somos amigos.

Un abrazo,

Guillermo 

lunes, 30 de julio de 2012


Mi colega Juan Morales me ha enviado una foto que me ha detenido a pensar en cuánto ha pasado el tiempo, pero sobre todo, me ha trasladado 33 años atrás, hasta la conmemoración del primer aniversario del periódico 26, hoy semanario, tomada en la conmemoración del primer aniversario del otrora diario de la oriental provincia de Las Tunas, fundado el 26 de julio de 1978.

La imagen fue tomada en la terraza del edificio marcado con el número 157, de la calle Colón de la ciudad de Las Tunas, donde radicaba el periódico, justamente en el mismo lugar que hoy ocupa la emisora provincial Radio Victoria.

Fue exactamente el 26 de julio de 1979, día en que festejamos eufóricos el primer aniversario del diario, nacido con la inexperiencia del colectivo, pero sobre todo, por la entereza de quienes tuvimos la primera responsabilidad de aceptar aquel reto inscrito por siempre como uno de los hechos más importantes en la historia del periodismo revolucionario de la actual provincia de Las Tunas.

Recuerdo que era una noche calurosa, en pleno verano, pero cómplice por completo de todos los que allí estábamos, festejando un hecho inédito, y con el entusiasmo juvenil que nos caracterizaba, porque no exagero si afirmo que por lo menos el 95 por ciento de los que hacíamos el diario éramos veinteañeros.

Haber caminado con muchos tropiezos, pero con éxito, aquel primer año, bien merecía una fiesta, y la hicimos por todo lo alto: con música, comida, y mucha alegría.

Era viernes, y ese día habíamos adelantado la salida del periódico sabatino, de modo que todo estuviera listo temprano en la noche para que los compañeros que trabajaban en la rotativa, (a quienes en todos los periódicos de Cuba se les llamaba cariñosamente "Los Leones"), tuvieran la posibilidad de terminar su faena para que participaran en la fiesta

Sé que en aquel jolgorio estaba todo el colectivo de 26 y varios invitados, y en el caso de la foto que les muestro amplío un poco más sobre quiénes eran y quiénes son hoy, 33 años después.

Andrés Castellanos estuvo con nosotros el el periódico hasta la década del 90 y era miembro del equipo económico; hoy labora como reportero en Radio Libertad, en Puerto Padre. Ramiro Segura era el jefe del equipo político-ideológico, que agrupara a los otros reporteros; desde 1988 es el director.

Abel Fernández, el "Viejo" Abel, era tipógrafo, y toda una cátedra de las artes gráficas en estos lares, y estuvo muchos años con nosotros, hasta su jubilación bastante tardía; hace unos tres años murió con avanzada edad.

Julio César Pérez Viera, pertenecía al equipo político, y si mal no recuerdo atendía los temas de organizaciones de masa; hoy es corresponsal de Radio Progreso en la provincia de Las Tunas. Eduardo Infante, hombre superinteligente, era el alma de la mecánica en el taller y hoy aporta su talento en la Unidad Gráfica Alejo Carpentier.

Norge Santiesteban era y sigue siendo fotorreportero, Luisito Arias era y sigue siendo chofer; Juan Emilio Batista era reportero deportivo y hace poco se jubiló; Raúl Estrada era reportero del equipo Político y ahora labora en Radio Victoria; yo todavía no era periodista, sino fotograbador.

De los que no están en la foto recuerdo a otros fundadores como José Infante Reyes, el director; Nelson Marrero, subdirector; los periodistas Ulises Espinosa, Juan Soto Cutiño, Freddy Pérez Pérez, Oscar Góngora Jorge; Wálner Ortega; el fotograbador Alexis Peña López; el tipógrafo Melo; los hermanos Alcides y Melquiades, dos de Los Leones; el linotipista Roberto Escobar... y que me perdonen aquellos a los que no he mencionado porque no me vienen a la mente, pero a todos los que iniciamos, les brindo mi pequeño y humilde homenaje con esta nota.

sábado, 28 de julio de 2012



Confieso que Carlos Tamayo siempre me sorprende agradablemente cuando habla de forma apasionada de algún tema, porque es uno de esos hombres que desbordan sabiduría a través de su verbo.

Pero en su defensa de Maestría en Desarrollo Cultural Comunitario hace solo unas horas, me dejó con la boca abierta al responder, de manera magistral, las 11 preguntas que le hizo el Doctor Guillermo Montero, su oponente, quien le buscó la esencia a su investigación sobre facetas de la vida de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, en su libro En Santiago y otras fuentes, y permitió a través de sus interrogantes, que el auditorio quedara maravillado con la sabiduría de este intelectual que cautiva con la palabra.

A Carlos lo conozco de toda la vida, porque nacimos en el mismo barrio de nuestra ciudad: Las Tunas, al oriente de Cuba y desde que estudiaba en el preuniversitario comenzó sus investigaciones sobre Nápoles Fajardo (de quien soy descendiente por parte de mi madre, algo que descubrió él a través de sus estudios sobre el bardo), para convertirse definitivamente en el biógrafo de El Cucalambé, personalidad cautivante del siglo XIX cubano, que ha dejado una estela de misterio a partir de su fecunda vida, a pesar de solo contar con 32 años cuando murió.

En la década del 80 del pasado siglo, Carlos y yo coincidimos profesionalmente en el entonces diario 26: él era el Jefe de Redacción y yo uno de los reporteros del medio, y aprovechaba cada señalamiento y enseñanza en su calidad de filólogo y periodista.

Después él fue elegido presidente del Comité provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en Las Tunas y nuestros caminos se separaron un poco desde el punto de vista profesional, hasta que yo ingresé en la organización a inicios de la década del 2000, y volvimos a trabajar juntos hasta hoy, él como máximo representante de la intelectualidad tunera y yo como presidente de la Filial de Cine, Radio y Televisión.

Por eso siento orgullo de trabajar con Carlos Tamayo, excepcional en todos los sentidos, y el orgullo crece más por ser amigos, porque una persona de su estatura ofrece una sombra que cobija, parabién de quienes aprovechamos sus ramas.

jueves, 26 de julio de 2012

Hoy es 26 de julio, y es un día de fiesta en Cuba, mi país, y para mí tiene una doble significación, porque un día como hoy, hace 22 años, nació mi hijo más pequeño, Jose Alberto, una suerte de muchacho que se ha ido de las manos porque hace mucho tiempo que dejó de ser el más chiquito.

Jose hoy estudia Medicina, y es algo así como el barredor de tristeza de la casa, el ocurrente, el que siempre te sosprende con algo para alegrar a la familia pequeña: María, su mamá, Maikel, su hermano mayor y yo.

Los cuatro vivimos juntos, y para mí siguen siendo mis niños aunque hayan crecido y hagan su vida, porque para los padres al final los hijos no crecen, y aunque sean unos viejos siguen siendo los pequeños de la casa.

En la casa la hemos pasado de manera tranquila, en familia, picamos una panetela, comimos helado de chocolate, nos hicimos fotos, y ahora les regalo una de Jose con su hermano, porque cada año en el cumpleaños de ambos, siempre el hacerles fotos es como un ritual, para captar la imagen del tiempo y del propio instante en que cumplen un año más.

Por eso este día bendigo a Jose Alberto y a mi familia toda, esa que siempre está conmigo, para alegrarme los días y las noches, como una suerte de la vida que me ha regalado un seno en el que cada día vivo plenamente.

sábado, 14 de julio de 2012

Cuando en la provincia de Las Tunas se habla de la joven generación de los artistas de la plástica, hay que mencionar el nombre de José Manuel Mayo, un pintor que busca en cada trazo una de las razones de su existencia, y la encuentra.

Mayo nació en la ciudad de Las Tunas, al oriente de Cuba, en 1976 y desde muy pequeño sintió una atracción muy grande por las formas y los colores, y hasta se buscaba grandes problemas con sus maestros, porque sus libretas mostraban los trazos todavía incoherentes de un futuro pintor.
 

Y así marchó hacia la Academia, y después de intensos años de estudios egresó un día de 1997 con su título bajo el brazo y la cabeza llena de ideas y colores, que fueron buscando las formas ideales para llevarlas al lienzo. 

Entonces comenzó una etapa tan intensa, que a veces se detenía ante el lienzo manchado por sus trazos y pensaba en cómo liberar de una vez toda aquella energía interna que lo invadía, hasta que volvía a tomar su pincel, cual fusil para la batalla, y lo pasaba una y mil veces por aquellas líneas y formas que de su cerebro iban al espacio creado en busca de la comunicación. 

Al principio se imponía el arte figurativo, el contemplativo, pero no se conformaba y quería más, y descargaba la academia y el oficio en cada cuadro, hasta que un día descubrió el arte abstracto que lo atrapó para siempre, porque a través del abstraccionismo fluyen mejor sus ideas en temas tan diversos como el pensamiento. 

Hoy, 15 años después de su egreso de la Academia, Mayo tiene una impresionante hoja de vida, que abarca casi 80 exposiciones colectivas, personales, bipersonales y eventos, y una docena de importantes premios ganados al calor de una competencia marcada por la calidad de los competidores. 

Siempre activo, siempre práctico y soñador, capaz de sacrificarse por los demás más que por él mismo cuando de arte se trata, del talento de Mayo supo durante muchos años la Asociación Hermanos Saíz, y hoy el Comité provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) lo cuenta como vicepresidente de la Filial de Artistas Plásticos, una plaza desde donde se esfuerza cada día en función del desarrollo de las piezas bidimensionales y tridimensionales. 

Por eso es que José Manuel Mayo goza de un gran prestigio dentro de un mundo tan complejo como el del arte, porque ha sabido ganárselo a fuerza de voluntad, talento y altruismo, como saben hacerlo quienes siempre tienen la mira puesta en los colores de un sol que nace para todos.

domingo, 17 de junio de 2012


¿Qué no haría un hijo (a) por un padre? ¿Y que no haría un padre por un hijo (a)?

Estas preguntas me rondan la mente cuando hoy leo en el blog de mi amigo Juan Morales Agüero una carta a él de su pequeña Sofía, en la que  retrata desde la altura de sus siete años a su progenitor, que pasa largas horas con ella y su hermana Betica, en el difícil arte de educar a nuestros pequeños.

Y a mí me ha parecido algo similar con mis muchachos, cuando mi pequeño José Alberto, que estudia Medicina con sus 21 años a cuesta, me ha entregado un pantalón de regalo en nombre de él, su hermano Maikel y su madre (y mi esposa María), y una tarjeta con esta dedicatoria: “¡Felicidades, papito! Por guiarnos en nuestro quehacer de cada día, por querernos como nosotros te queremos a ti, por ser el amapolón que embellece nuestras vidas”.

Por supuesto que eso de “amapolón” me hizo reír de buena gana, porque en su imaginación y en su ocurrencia me comparó con una amapola macho, esa planta papaverácea silvestre de flores rojas muy frecuente en campos de cereales y en Cuba, y fue como para evitar compararme con una rosa u otra flor más femenina, pienso yo, y porque él siempre trata de darle un toque gracioso a las cosas.

El hecho es que la vida compensa a los padres con sus progenitores y con sus hijos. Y es muy cierto que quien es buen hijo es buen padre, y auguro que mis hijos serán buenos padres porque han crecido con el buen ejemplo mío (excelente padre aunque parezca petulante), de su abuelo materno, Timbo, ausente tempranamente pero siempre con nosotros, y de mi viejo, ya casi con 80 años pero firme ahí, con sus cuatro retoños.

Nada, que padres e hijos, hijos y padres, siempre andan juntos, para el bien de la familia.

jueves, 14 de junio de 2012


Juan Morales Agüero.
A Juan Morales Agüero lo conocí en la década del 80 del pasado siglo. Yo era el presidente de la Delegación provincial de la Unión de Periodistas de Cuba en la provincia de Las Tunas, organización que decidió otorgar algunas becas de Periodismo a corresponsales voluntarios de todo el país.

Recuerdo que después de publicada la convocatoria, unos seis o siete compañeros de experiencia que tributaban a los medios, optaron por la única plaza que se ofertaba, y se citó para el examen de aptitud que realizaría una comisión integrada por tres reconocidos profesores de la Universidad de Oriente: Rafael Lechuga, Vicente Guash, y Ana Elba Galán, y por la provincia, José Infante Reyes, director del entonces diario 26 y yo.

Llegó el día del examen y ya al terminar la mañana habían pasado todos los aspirantes, menos Morales, que brillaba por su ausencia. Ya cuando veíamos las posibilidades de cada quien, llegó Juan desde el municipo de Manatí, donde vivía, y la Comisión comenzó a hacerle el examen de forma oral, que no tuvo que concluir, porque en pocos minutos nos dimos cuenta de que estábamos en presencia de un periodista sin título, y la distancia que le llevaba de ventaja a los demás no daba lugar a dudas de que la plaza era de él.

Así pasó el tiempo y Juan Morales hizo época en la Universidad de Oriente por sus conocimientos sobre el periodismo, pero sobre todo, por la manera sabrosa de escribir aquellos textos que deslumbraban a más de uno.

Después de graduado, inició sus labores profesionales en el diario 26 y además de ser colegas nació una amistad entrañable entre nosotros, y nos mostrábamos los textos de uno y otro antes de publicarse y siempre que lo leía me fascinaba su estilo y su forma de llevar al lector por los caminos que él determinaba.

De aquel inicio han pasado algunos años y Juan, como el vino, mientras más viejo tiene mayor calidad como periodista, y se erige, en mi opinión, en el mejor profesional del gremio en el territorio que hoy ocupa la provincia de Las Tunas y un poco más allá.

Juan es un cronista por excelencia. Cuando se mete dentro de ese género goza de lo lindo con el lenguaje, con las imágenes sugerentes, con la sabrosura de quien disfruta lo que escribe y hace disfrutar a los demás. No obstante, en cualquiera de los géneros que incursiona hay que quitarse el sombreo e inclinar la cabeza a modo de reverencia, porque no deja resquicios ni espacios para la banalidad, o la falta de interés, o las palabras huecas.

Memorables son sus crónicas desde Guatemala, donde no solo dio cobertura a la colaboración médica cubana en el centroamericano país, sino que supo exprimir las posibilidades de las costumbres, tradiciones y la cultura de ese pueblo. Títulos como aquel de "En mulo hasta la Estrella Polar", por solo citar uno, se han quedado en la mente de quienes leen sus textos.
 
Tampoco Juan es de a los que le ha pasado la tecnología por encima, como dijo alguna vez Gabriel García Márquez, en referencia a ciertos periodistas. Por el contrario, en cuanto llegaron a su vida las Tecnologías de la Informática y las Comunicaciones e Internet, comenzó a estudiar y hoy es respetable su labor profesional en la Web 2.0, en la que su cuenta de Twitter es de las más destacadas del país, y cuando se habla de blogueros también hay que quitarse el sombrero ante su página personal Cuba Juan, laureada en una ocasión con el Premio Nacional de Periodismo 26 de Julio en su categoría. También es Máster en Ciencias de la Comunicación, porque como dice él, "siempre se ha de estar en el frente."

Como magnífico escritor ya tiene publicado un libro titulado Postales tuneras, por la Editorial Sanlope, de Las Tunas, en el que lleva al lector por la historia de esta ciudad a partir de textos breves, brillantes.

Nada, que Juan Morales Agüero es un nombre obligado en el periodismo cubano. Mencionarlo es sinónimo de un buen verbo, sencillo, sin colorines, y sobre todo encendido.

domingo, 10 de junio de 2012

Miguel López Montes me mira con cierto asombro mientras su agilidad mental se apodera del momento. No había pensado en eso, me espeta con su acostumbrada calma y sonríe pícaramente, para volver decir con toda la naturalidad del mundo: “Pero pensándolo bien yo creo que fue Elvis Presley quien copió la moña de mí”. Y vuelve a reír de buena gana, ante su respuesta o ante mi ocurrencia de afirmarle que se peina al estilo del Rey del Rock and roll.

Flaco, alto, parsimonioso, bien educado, son características físicas y psicológicas que avalan a este hombre que ahora se sienta frente a mí, para darme el privilegio –único por demás- de entrevistarlo por segunda vez en su vida.

Y entonces no me sustraigo a la tentación de dialogar con este hombre que es una leyenda viva en la radio en Cuba, que por más de 50 años ha entrado cada día en los hogares de Camagüey y de Las Tunas después, donde echó ancla un buen día de 1962 para formar parte inseparable de este pueblo, acostumbrado a escucharlo en el programa campesino o en los “mexicanos”, como espacios que lo han marcado a él y a miles de oyentes de este territorio.

- Vamos a empezar por aquella escuela católica de Camagüey, cuando comenzaste a dar los primeros pasos en la locución, o los segundos pasos.

- Yo desde muchacho aprendí a leer bien, entonces los curas me escogían para darle el nombre del claustro de profesores y el nombre de los alumnos a los visitantes de la escuela, curas que venían de otros países. Yo tuve la posibilidad de presentar a Los Chavales de España, que estaban de gira por Camagüey, a un personaje llamado Carlos Prío Socarrás, a Miguel Alfonso Pozo (Clavelito), un poeta que se convirtió en adivinador.

- Cuando aquello tenías unos 11 años

- Sí.

- ¿Y el Padre Chagui qué papel desempeñó en esa historia?

- ¡Ahhh! El Padre Chagui era el párroco de la iglesia de La Caridad y tenía un programa en Radio Camagüey y a mí me llamaba la atención aquello, y yo hablé con él. Le dije, oiga padre, cuando usted necesite una persona que le ayude allí yo estoy en la mejor disposición. (Ríe a carcajadas).

- Como anunciándote.

- Sí, como ya estaba en la escuela me llevó y todos los domingos hacíamos el programa.

- De esa escuela saliste graduado como mecánico automotor.

- Mecánico automotor sí. Estuve dos años en torno y después como mecánico automotor.

- Y cómo es eso de que querías ser psiquiatra.

- Sí no sé, me gustaba la locución y me gustaba la psiquiatría. Hoy podía ser el doctor López Montes… (Vuelve a reír). Pero qué sucede, que yo estaba un poco indeciso porque me gustaba la locución y en una oportunidad el viejo mío me dijo: bueno muchachito ¿qué vas a ser, psiquiatra o locutor? Y yo dije, me voy para la locución.

- Pero la locución viene de mucho más atrás… Dicen que te ponías como un loco en el patio con dos latitas conectadas a un hilo…

- Ah sí, te voy a explicar (Ríe de buena gana). El viejo mío tenía una finca y entonces yo en las vacaciones y en los momentos después del estudio, porque tenía que rendirle al viejo sobre el estudio, cogía un palo y lo pintaba de aluminio, y preparaba una latita preferentemente del talco Mabis, le hacía unos hoyitos, la ponía en el palito con un supuesto cable y cogía periódicos, revistas y me ponía a leer allí pa pa pa, y ahora vamos a ofrecer un boletín de noticias pa pa pa, y la vieja me miraba por la ventana: “muchaaaaaacho ven para acá”, y yo seguía allí. Me acuerdo que un día llega el viejo mío a la casa y le dice a la vieja: Oye ven acá (yo estaba oyendo ¿no?), mira a ver con este muchacho porque se pasa el día leyendo cosas allí frente a una lata y se va a debilitar (ríe a carcajadas), y yo haciendo locución en lo que para mí era una radio base…

- Definitivamente después que sales del colegio religioso ya te dedicas a la locución, ¿no?

- Sí en el año 1959 yo…

- No, antes de 1959, en aquella emisora CMJK, La voz del camagüeyano…

- Ah sí, la CMJK.

- Allí empiezas a hacer tus primeros pasos en serio en la locución.

- Sí, porque el dueño de la emisora, Don Pancho, era amigo de mi papá, quien habló con él y le dijo mira, este muchacho se inclina por la locución, mira a ver qué tú puedes hacer con él allí… porque yo iba mucho cuando muchacho a la emisora y disfrutaba mejor ver aquellos micrófonos 44, y ver trabajar a los locutores y operadores que ir a un cine… Allí hice de todo; comencé de recepcionista, después cobrando anuncios comerciales, y Don Pancho me ponía a dar la hora y en algún que otro programita musical y me fui metiendo en ese mundo porque lo hacía bien, hasta que en 1959 me evalúo como locutor profesional.

- En aquel tiempo trabajaste en la cadena Partagás, en CMJA de Valdés Jiménez, en la Doble U… ¿cuál de aquellas emisoras te marcó más?

- La CMJK

- ¿Y por qué?

- Bueno pues primeramente porque empecé allí, mi voz salió al aire por primera vez por esa emisora, y fue mi primera experiencia en la profesión.

- Y allí hacías algunos anuncios…

- Allí se hacía de todo.

- A ver dime algunos de aquellos anuncios…

- Dime tú…yo no tengo el texto de esos anuncios…

- De alguno que te acuerdes…

- Bueno mira, de los que se hacían en vivo, había uno que decía (pone voz de locutor y habla como si estuviera frente al micrófono): Amigo fumador, si fuma por echar humo, ¡ahhh! fume cualquiera, ahora, si fuma por deleite, ¡ahhh! si fuma por deleite… fume Brisuelas, el mejor tabaco camagüeyano.

- Dime otro, dime otro…

- ¿Quiere usted vestir bien?... Muy fácil… Visite El Globo, templo de la moda en Maceo 72, saldrá complacido…

- ¿Siempre fuiste flaco López?

- Sí, siempre.

- ¿Y siempre te has peinado con esa moña?

- Toda la vida…

- Vamos a hablar un poco de tu llegada a Las Tunas, año 1962, por allá… ¿por qué?

- En el año 1962 yo estuve en Guáimaro, entonces se iba a fundar allí Radio Rectángulo. Yo cuando aquello tenía una máquina, y fui allí, pregunté el último en la cola, y pan, me senté a esperar. Cuando me tocó el turno, veo un señor llamado Pepe Gallegos, que era el presidente de los locutores en Camagüey. Y me ve y ah qué tal cómo andas, y nos saludamos muy contentos, y bueno ¿en qué tú andas? me pregunta. Bueno chico, me dijeron que venía un hombre de Camagüey a ubicar, y me dice, no no, compadre, yo aquí lo que tengo son plazas de tractoristas y otras cosas del campo, por qué no vas a Tunas, que es cerca y allá sí hacen faltan locutores… Y al otro día cojo la máquina y vengo para acá y parqueo por el Centro Médico…

- ¿Dónde era eso?

- Eso era… de la Fuente de las Antillas un poquito para acá, y muy cerca estaba el edificio donde se encontraba Radio Circuito. Llegué allí y me identifiqué con la recepcionista que era Ancy Cordero y me dice el administrador viene a eso de las 3:00 de la tarde. Me senté y al rato yo veo a aquel hombre grandón que viene y yo digo caballeros, qué hombre más alto este, y era Rafael Urbino. No había plaza en ese momento pero a los pocos días volví y me puso un turno los domingos por la mañana, pero no fijo. Yo tenía que oír en el transcurso de la semana el programa del órgano, que lo hacía Cofresí, y teníamos una contraseña: si Cofresí decía y un saludo allá en Palo Seco al León López Montes, pues tenía que trabajar el domingo y venía.

- En aquel entonces todo se hacía en vivo y hay muchas anécdotas de la época. ¿Cómo es eso de un perro que entró una vez a la cabina de locución?

- Ah, sí. El aire acondicionado estaba roto: Eran las 6:00 de la tarde y estábamos dando el noticiero Oraldo Solís y yo, y con el rabillo del ojo veo una cosa negra que entra, pan pan pan, y cuando acabo de leer la parte mía y empieza Oraldo veo aquel perro, y todos estábamos algo nerviosos y allí mismo se acabó el noticiero. El tipo entró como perro por su casa.

- El programa campesino te marcó para toda la vida…

- Sí, seguro, pasé muchos años haciéndolo.

- ¿Y Ecos de México? Por ese programa creo que la gente te identifica más…

- Puede ser, sí, Ecos de México se llamaba antes México canta, y un día desapareció, pero después Urbino lo volvió a poner con el nombre de Ecos de México, y él lo hacía. Y un buen día estoy yo sentado en la emisora y viene Oscar Herrera y me dice: López hace falta que vengas un momento a la reunión del núcleo del Partido. Y voy para allá, pero pensando ¿qué habré hecho yo? (Ríe) Y entonces me dicen: Mira, Urbino va a salir de vacaciones pero no puede porque tiene que hacer el programa mexicano y dice que si tú lo haces él sí puede salir, porque para él tú eres el único que lo puedes sustituir, y me quedé con el programa definitivamente.

- Entonces has ido creciendo con estos dos programas.

- No, cuando comencé con estos programas ya tenía seis pies de estatura (vuelve a reír).

- ¿Qué es lo mejor que te pasó en la radio, ahora que estás jubilado?

- Bueno chico ha significado la propia vida, han pasado tantas cosas, y muchas agradables. Mi vida es la radio.

Antes de conocer algo de un periódico por dentro, casi que me rompía la cabeza tratando de adivinar, cómo era posible llevar una imagen a un papel, sin pensar siquiera que un día yo iba a estudiar los principios de la fotografía y el fotograbado como especialidad de las Artes Gráficas.  
Así, por primera vez en mi corta vida, escuché hablar de Tipografía, Impresión, Fotografía de prensa, Fotograbado, Linotipo..., como algunas de las especialidades relacionadas con los periódicos, y enseguida me fascinó la idea de convertirme en fotorreportero y escuché con atención todo lo que debían hacer los interesados.

Era por aquel entonces estudiante de secundaria básica y tenía fascinación por las cámaras, las fotos, el cine y el periodismo, y estando en noveno grado se apareció a mi escuela un periodista y fotógrafo que le decían Gallo y conversó con los alumnos para captar estudiantes para diferentes especialidades de las Artes Gráficas, porque ya se vaticinaba la nueva división político administrativa en Cuba, y el territorio donde vivíamos sería una provincia y se abriría un periódico diario y había que preparar a los especialistas que trabajarían en la futura empresa.


Unos días después, varios estudiantes nos personamos en la dirección del Partido Comunista del entonces Territorio Tunas-Puerto Padre, perteneciente a la provincia de Oriente, y nos presentamos ante Gallo, cuyo verdadero nombre era Rosano Zamora Paadín y era el padre del periodismo revolucionario en la región, quien tenía la misión de echar a andar el futuro periódico, desde su posición de funcionario del Partido.

Nos apuntamos como pretendientes de futuros especialistas de las Artes Gráficas, con vistas a estudiar en la escuela poligráfica provincial Félix Bravo Hernández, de la ciudad de Santiago de Cuba, capital de Oriente, y unos días después tendríamos que presentarnos en aquel centro para hacer el examen de aptitud, que nos daría el pase a los estudios.

Y así llegó el día, y a Santiago nos fuimos un grupo como de 30 estudiantes de diferentes secundarias básicas, y en tren llegamos a la famosa urbe oriental, llena de lomas, historia y gente hospitalaria, por donde había comenzado la Revolución que triunfó el primero de enero de 1959, con el ataque al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, por un grupo de jóvenes comandados por Fidel Castro. Durante todo un largo día hicimos el examen cientos de alumnos de toda la provincia de Oriente y regresamos a casa en espera de la selección final.
 
Por aquellos días el curso escolar 1971-1972 terminaba, y un día Gallo, que vivía muy cerca de mi casa, me llamó y me dijo que había sido uno de los seleccionados y que tendría que marchar a Santiago a finales de agosto para comenzar el calendario docente el primero de septiembre, creo, y así fue.

De mi territorio habíamos sido seleccionados José Pérez Gamboa, Walfrido Machado (Palito), Alexis Peña López, Norge Santiesteban Vidal, Carlos y Alberto, cuyos apellidos no recuerdo y yo, quienes partimos a Santiago en la fecha prevista para iniciar el calendario 1972-1973.

Cuando llegamos a la escuela comenzaron a repartirse las especialidades según las solicitudes, y en Fotografía solo había una plaza, que en el caso de Las Tunas pedíamos Norge y yo y no recuerdo por qué se la otorgaron a Norge. Entonces me decidí por el Fotograbado, junto con Alexis, de lo cual me alegré tiempo después, porque con los mismos principios de la fotografía era una especialidad inédita en mi territorio y algo verdaderamente fascinante. José Pérez, Palito, Carlos y Alberto se inclinaron por la Impresión y la Tipografía.

Las clases teóricas se impartían en la escuela, ubicada en la calle Calvario entre Enramada y San Gerónimo, en el mismo corazón de la ciudad, y la práctica se hacía en los diferentes talleres de las Artes Gráficas. En el caso de Fotograbado Alexis y yo hacíamos las prácticas en el periódico Sierra Maestra, emblemático diario de Cuba, y que abarcaba a toda la provincia de Oriente, la más grande del país.

A la vuelta de tantos años me es imposible narrar la experiencia que para mí (y para Alexis) representaba estar dentro del periódico Sierra Maestra, por lo que era aquel medio de prensa. Y yo, además de estudiar en profundidad el Fotograbado, no me perdía ni uno de los rincones del taller y la Redacción del diario, y tuve en Bell y Ocaña a mis grandes profesores del Fotograbado, que me cautivó para siempre.

El Fotograbado cuenta como especialidad con tres departamentos: Copia, Pase y Grabado, y aunque uno se formaba integralmente, después de graduados los fotograbadores se especializaban en uno de los tres.

La Copia (el más fascinante para mí y del que depende la calidad del trabajo final), consiste en copiar en una película la foto que se quiere llevar al papel, mediante una cámara fotográfica oscura y a través de una retícula o trama, para lograr los puntos en relieve. La luz utilizada es cegadora, y se logra mediante carbones para que la imagen se capte a través del lente. Es preciso seleccionar la abertura precisa y el tiempo preciso de exposición, para que el negativo no quede ni subexpuesto ni sobrexpuesto.

Ese negativo se lleva al departamento de Pase, en el que se utiliza una plancha con una aleación de zinc y aluminio que se limpia con un polvo llamado piedra pome para quitarle toda la grasa. Cuando está completamente limpia se cubre con un esmalte sensible a la luz que se seca mediante calor, luego se le coloca el negativo encima y se le expone a la luz, también de carbón. Una vez expuesta ya la fotografía queda captada en la plancha, pero es necesario lograr el relieve para la impresión y entonces aparece el Grabado, que cuenta con una máquina con ácido nítrico rebajado con agua.

Dentro de esa máquina se coloca la plancha con la foto y se echa a andar; la máquina cuenta con unas paletas que giran a velocidad y le van tirando ácido a la plancha, para ir comiendo las partes blancas de la imagen. Al final, los puntos quedan a relieve y la fotografía está lista para la impresión.

Todo este proceso requiere de mucha maestría porque la precisión es vital en cada uno de los departamentos para lograr un trabajo de excelencia.

Una vez graduados en el curso escolar 1973-1974, regresamos a Las Tunas, pero como el periódico no había comenzado, me reorienté hacia la educación y comencé a formarme como profesor de Secundaria Básica, hasta que en 1978, cuando ya Las Tunas era provincia desde 1976, se iniciaron los preparativos del inminente diario con el montaje de todo el taller y la Redacción, y el 26 de julio de 1878, con la primera edición, salieron a la luz nuestros primeros grabados, todo un acontecimiento personal y para la provincia.



Si hoy la ciudad de Las Tunas, unos 690 kilómetros al este de La Habana,  se erige como capital de la escultura en Cuba se debe en buena medida a la labor de Rita Longa, quien adoptó a esa ciudad como su segunda patria chica, y muchas de sus principales obras se encuentran aquí.

La Fuente de Las Antillas, una de sus emblemáticas obras, fue creada en 1977, y la concibió a partir de una leyenda aborigen que alude a la formación del Mar de Las Antillas. En este conjunto escultórico emerge la isla de Cuba mediante una figura femenina en posición horizontal.


Rita Longa fue también la gran inspiradora del vigoroso movimiento que a partir del tercer encuentro nacional de artistas de la plástica, efectuado en Las Tunas en 1977, comenzó a generarse en todo el territorio cubano. En honor a la destacada escultora, Las Tunas celebra la Bienal Nacional de Escultura, evento que le rinde homenaje a la insigne artista y le confiere continuidad a su legado.

Rita Longa obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1995, y su obra está diseminada por el territorio nacional y mucho más allá de sus fronteras.
 
Sus esculturas son prolíficas, y hay fuentes, efigies conmemorativas, conjuntos escultóricos y piezas no representativas en parques, avenidas e instituciones sociales, museos y galerías.

Entre las obras m
ás significativas de Rita Longa están el Grupo familiar del Zoológico de La Habana, la Virgen del Camino, Las Musas del Payret, la Ballerina de Tropicana, la Aldea taína en Guamá, La leyenda de Canimao, y Clepsidra, del hotel Habana Libre.